
A los 88 años falleció el Papa Francisco. Su papado duró 12 años. Nunca regresó al país.
Del sur del mundo llegó con sotana y alma de calle, y desde Roma encendió faroles en los rincones más oscuros. Francisco fue más que un Papa: fue el susurro de Dios entre los que nadie escucha.
Actualidad22 de abril de 2025 PeriodismoyPuntoFrancisco, el Papa del fin del mundo
Una biografía narrativa de Jorge Mario Bergoglio
Por un instante, el mundo contuvo la respiración. Era el 13 de marzo de 2013 y la Plaza San Pedro temblaba de emoción bajo un cielo gris romano. Desde el balcón del Vaticano, apareció un hombre de mirada serena y gesto tímido. “Buenas tardes”, dijo simplemente. Se llamaba Jorge Mario Bergoglio, venía de Argentina y había elegido llamarse Francisco.
La historia estaba cambiando. Era el primer Papa latinoamericano, el primer jesuita, y el primero que venía, como él mismo dijo, “del fin del mundo”.
De Flores al Vaticano
Antes de ser Papa, fue Jorge.
Un chico porteño, nacido un 17 de diciembre de 1936, en el barrio de Flores. Su infancia transcurrió entre partidos de fútbol en la calle, pastas caseras y la fe cotidiana de una familia inmigrante italiana.
El joven Bergoglio, en Buenos Aires, cuando todavía soñaba en español
De joven, Jorge estudió para técnico químico. Le gustaba bailar tango y leer literatura rusa. Pero un día, un confesor cambió su destino. “Sentí algo. Algo más grande que yo”, diría después. Entró al seminario y, años más tarde, a la Compañía de Jesús. Allí comenzó un camino de humildad, obediencia y servicio que nunca abandonaría.
Un cura de los que andan con tierra en los zapatos
En los años 70, Bergoglio era un sacerdote jesuita que recorría las villas de emergencia y los barrios olvidados de Buenos Aires. Tenía las manos gastadas de rezar, pero también de cocinar, de lavar, de ayudar. Era maestro, rector, confesor. Y sobre todo, era un cura con los pies bien puestos en la calle.
Un sacerdote que prefería el colectivo al auto oficial
El pastor de Buenos Aires
En 1998 fue nombrado arzobispo. No se mudó al palacio. Prefirió seguir viviendo en su pequeño departamento. Cocinaba solo, usaba la sotana más sencilla, y caminaba entre la gente con la discreción de quien nunca quiso brillar.
La prensa lo apodó “el cardenal de los pobres”. Cada día salía temprano, celebraba misa en los barrios humildes y, muchas veces, se lo encontraba en el subte o el colectivo.
Una sotana austera, un corazón pastoral
Una fumata blanca, un cambio de época
En 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, los cardenales se encerraron en cónclave. Nadie apostaba por Bergoglio. Ni él mismo. Pero la historia tenía otros planes.
Cuando su nombre fue anunciado, la Plaza San Pedro enmudeció. Había nacido un nuevo tiempo para la Iglesia.
"Los cardenales fueron a buscar al Papa al fin del mundo”, dijo Francisco
El Papa que rompió moldes
Francisco no solo cambió la liturgia o la política vaticana. Cambió el tono, el mensaje, la actitud. Rechazó el papamóvil blindado. Llevó su maleta al avión. Dijo cosas que nadie esperaba de un Papa:
• “¿Quién soy yo para juzgar?”
• “Prefiero una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse.”
• “El olor a oveja vale más que el incienso de palacio.”
Sus luchas: el planeta, la pobreza, la paz
En 2015 lanzó una de las encíclicas más revolucionarias: Laudato si’, un llamado urgente al cuidado de la Tierra. En Fratelli tutti clamó por la fraternidad universal. En cada viaje, en cada gesto, Francisco ha sido una voz incómoda y profética.
El Papa de los gestos concretos
Un líder global, pero siempre humano
Visitó cárceles, lavó los pies de inmigrantes, abrazó a musulmanes, judíos y ateos. En 2021, fue el primer Papa en pisar Irak, tierra marcada por el dolor. Lo hizo en nombre del diálogo.
Más allá del Vaticano, referente moral global
El pastor cansado que no se rinde
Con más de 80 años, algunas operaciones y achaques, Francisco sigue caminando. Sus pasos son más lentos, pero su voz sigue clara. Sigue soñando con una Iglesia “pobre para los pobres”, con puentes en lugar de muros, con pastores que huelan a oveja.
Francisco no es solo un Papa. Es un hombre que, desde la sencillez del fin del mundo, vino a sacudir al centro del poder espiritual. Con gestos pequeños y palabras grandes, nos recuerda que el verdadero cambio no se impone, se contagia.
Hoy el mundo ha perdido a un pastor, pero el cielo ha ganado un alma luminosa. El Papa Francisco no fue solo un líder religioso; fue un hombre que caminó descalzo por las heridas del mundo, que abrazó a los últimos cuando era más fácil mirar hacia otro lado. Su voz temblaba de ternura cuando hablaba de los pobres, de los migrantes, de los que sufren en silencio. Con su sonrisa humilde y sus palabras valientes, nos enseñó que la santidad no está en los altares de mármol, sino en la mirada del otro. Ahora, mientras el mundo llora su partida, sabemos que su legado no muere: vive en cada acto de amor, en cada gesto de compasión, en cada corazón que todavía cree en la esperanza. Gracias, Francisco, por enseñarnos que la misericordia también puede llevar sotana.
Gracias Jorge
y
descansa en paz
A los 88 años falleció el Papa Francisco. Su papado duró 12 años. Nunca regresó al país.
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