La desmentida a la “desmentida” de Grabois y sus socios.
Los socios de Juan Grabois en las obras "fantasma" de Luján salieron a "desmentir" lo imposible de desmentir.
Cristina Kirchner regresó a un set de televisión y marcó 10 puntos de encendido en un canal de noticias. No es poca cosa. Pablo Duggan fue su entrevistador que le abrió las puertas «de su casa», tal como el conductor de Duro de Domar le dijo a la vicepresidenta condenada.
Análisis y Opinión 19 de mayo de 2023 Luis GasullaNo hubo preguntas picantes. Era de esperar. El periodismo se quedó en otra parte. No fue invitado al convite. Panelistas que se sacaban selfies con una condenada por la justicia no es la mejor postal de independencia periodística. Imagino el escándalo si algún conductor de «la contra» se sacase fotos en público abrazándose con Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Larreta o Javier Milei. Pero es Ella. Y todo se lo permite.
Incluso mentir en la cara de todos nosotros. Cristina hizo un repaso de causas judiciales que la impactaron a ELLA, siempre ella. Se refirió a la creación del Ministerio de Seguridad tras los hechos del Parque Indoamericano. Los hechos fueron tres asesinatos sangrientos por la tercerización de la represión en bandas de matones de clubes de fútbol y los custodios de Sergio SChoklender y Hebe de Bonafini. Es que el proyecto Sueños Compartidos construía viviendas en el barrio -Villa 20 y en Ciudad Oculta- y sentían la amenaza de una usurpación de las casas que se repartían entre amigos. Los primeros disparos salieron del obrador, recuerda media docena de fuentes consultadas para El negocio de los Derechos Humanos. Tal es así que el sepelio de una de las víctimas, de nacionalidad boliviana, lo pagó Schoklender.
Luego apareció Sergio Berni, ladero de Alicia Kirchner en el Ministerio de Desarrollo Social. Hicieron un censo con el «líder» de la toma, Alejandro «Pitu» -No Pito como dijo Cristina, Salvatierra. El joven había trabajado en Sueños Compartidos, lo echaron por la toma y era un puntero del PJ bancado por el Mopo Eviner, hoy cercano a Alberto Fernández. No es casual que estuviese sentado en C5N con los favores que le hizo al kirchnerismo en la zona sur de la ciudad para contener protestas y fogonear otras contra los opositores del PRO.
Años después, ya en el 2017, Gendarmería «corrió al tatuador» y, meses después, según el fantasioso relato de Cristina, apareció el cadáver en el mismo lugar en el que habían rastrillado como «20 veces». No fue así. El juez Otranto suponía que Santiago Maldonado estaba sin vida en el último lugar en el que lo habían visto los supuestos mapuches como el Testigo E. Tenía razón. Pero no pudo rastrillar «20 veces» la zona pues el territorio sagrado parecía no pertenecer a la República Argentina. No lo dejaron entrar. El juez se tuvo que ir por afirmar lo que finalmente se comprobó que había pasado: Maldonado se había ahogado.
Laura Di Marco sufrió el escarnio de los medios K, la política kirchnerista y el silencio cómplice de los tibios. Solo dijo lo que Cristina confirmó anoche en televisión. Su hija está enferma. Lo dijo ella. Sugirió que tiene la enfermedad que «diagnosticó» la periodista que escribió una biografía no autorizada sobre la ex presidenta. El periodismo pregunta, investiga y saca sus conclusiones. ¿Cuál fue la mentira?
El falso periodismo aplaude. No pregunta. Menos repregunta. Da a entender que se respetó lo pactado previamente y se sube a una operación política: La de inventar una proscripción y fogonear un clamor popular que solo existe en las afiebradas mentes de los zombies que aún aplauden a una delincuente que debería estar presa, no por ser mujer, sino por haber montado un sistema de recaudación ilegal, a través de la obra pública, para quedarse con 1000 millones de dólares de los argentinos y argentinas.
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