La república perdida

Argentina encara la recta final al ciclo de Alberto Fernández que busca ser reelecto contando un relato de fantasía, el kirchnerismo intentando volver cuando ya está y la oposición que enfrenta una interna casi tan brutal como la del oficialismo.

Análisis y Opinión 12/03/2023 PeriodismoyPunto PeriodismoyPunto

Muchos presidentes de distintos colores pasaron por nuestro país. Democráticos, militares, autoritarios, republicanos, corruptos, honestos, pero en algún momento de nuestra historia, comenzamos a caer en una debacle de la que nos debería haber sostenido algo. El sistema republicano. 

La República Perdida es una película de historia argentina que cuenta desde el 1930 hasta el 1983, haciendo foco en los golpes de estado principalmente. Muy interesante si uno logra comprender por qué tiene los sesgos, entendibles para la época que tiene la película. 

Ahora, observemos, Trump, Boric, Bolsonaro, Mujica, Petro, etc. Llegaron al poder con la incertidumbre de ser de extrema izquierda o derecha, sin embargo, pasaron o están en el poder y sus países continúan con su normal funcionamiento. Con las excepciones de Chaves y Maduro, que destruyeron a Venezuela, el resto de los países, aún con las gravísimas crisis como Perú y Venezuela, continúan su vida democrática, plenamente, sostenidas en sus repúblicas. 

Unos hechos recientes sostienen esta idea. Gabriel Boric por un lado tiene una imagen positiva de apenas el 35%. Sufrió una muy dura derrota en el referéndum por la asamblea constituyente, que fue una radiografía de la imagen de la gestión. Sin embargo, con un año el poder, y pese a todos estos problemas logró bajar la inflación, tener superávit fiscal y todo esto, llevando más o menos su agenda social, con suba del sueldo mínimo incluido.

Levantar la república

Entonces, el problema es el Estado Argentino, más allá de sus muy malos gobernantes. Tendríamos que proponernos como sociedad sentar las bases de un consenso social que nos permita tener un rumbo claro, con políticas que trasciendan a los gobiernos y que edifiquen uno a uno la historia de crecimiento que merece este país. 

El otro gran problema argentino es la obscena obsesión por un mesías que nos salve. Gardel, Gatica, Monzón, Fangio, Maradona, Perón, Néstor y Cristina, Messi y ahora se lo busca en la oposición. Raro también es como otorgamos un honoris causa post mortem, como al Doctor Raúl Alfonsín. Justamente fustigado por su paupérrimo gobierno y por las sospechas de no apoyar, por no decir otra cosa, a De la Rúa en el 2001. 

La tarea no es fácil. Pero sería mucho más gratificante debatir política en una sociedad donde quien llegue al gobierno, administre más para un lado, o más para el otro, pero que no tenga la facultad de romper todo en 4 años. Incluso este país, que pareciera ser de goma, porque por mucho que lo doblen siempre tiene un resto. 

No se trata de cerrar la grieta, se trata de construir un país donde se cumpla la ley, donde se gaste menos de lo que se recauda y donde quien quiera trabajar pueda hacerlo. Eso, ya solo eso, con las condiciones naturales que tiene Argentina, sería el paraíso en la tierra. Pero como el paraíso es un idealismo, esto también parece ser muy lejano, una utopía con la que solo puede soñar uno escribiendo una nota frente a la computadora. Ojalá, alguna vez, recuperemos La República.

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