Javier Milei, Nayib Bukele, Narendra Modi, Cristina Kirchner, Nicolás Maduro y un sin fin de mandatarios tienen algo en común. Algunos son de derecha, otros de izquierda, otros trascienden esos términos. En el medio de la amenaza nuclear llamada Putin y de la crisis de las democracias liberales, echemos un vistazo a los lazos que unen a estos personajes.
De las muchas batallas imaginarias que se arrogo Cristina, está la de la igualdad de género. Sobre la que puedo afirmar por experiencia propia, que si se ocupo de eso, no lo hizo de manera genuina, desde ese convencimiento con el que trabajan a diario cientos, miles de personas, por lograrlo.
En sus años de mandato, no la oí, ni la vi homenajear mujeres contemporáneas o más jóvenes que ella, tampoco la vi, ni la oí, rescatarlas del olvido.
Desde mi propia ingenuidad, en el trabajo por la igualdad de género dentro de las Fuerzas Armadas, siempre tuve la vana ilusión de que la Señora se preocuparía y ocuparía de mi mensaje. Pensé que en algún momento de mi largo peregrinar, me rescataría, cayendo yo en el barro del prejuicio, de que por ser ella mujer, lo haría.
Tratando de llegar a la Señora, por todos los medios tradicionales, y los que no lo son, jamás recibí una muestra de interés, por un proyecto.
Cientos de mail, fax a la Casa Rosada, cartas a Olivos, presentación de proyectos en ministerios, no solo en Defensa, también en Cultura, que solo tuvieron la violencia de la no respuesta, esa que nos pone ese lugar de la frustración del no existir para las autoridades y a mi misma en la discriminación de quien se atribuye haber ganado la batalla por la igualdad. Hasta un encuentro en Bogotá con la Señora Estela de Carlotto, en el que le conté del trabajo, de porque estaba yo ahí, en la Cumbre Mundial de Paz. Le pedí que le hable a la señora de mi, cosa que se comprometió a hacer, porque en ese momento considero, ante mis argumentos, que sobre la dictadura quedaban cosas por hacer, Como por ejemplo rescatar a las madres de todos los soldados que fueron enviados a la guerra. Discriminadas por las historia, y por quienes han llevado a cabo políticas de derechos humanos vinculadas a la dictadura. También me quede esperando.
Proyectos sencillos, como una exposición de fotos en los Museos de Malvinas, de todas las mujeres que fueron protagonistas, la inclusión en el salón de las Mujeres del Bicentenario de una imagen de esas veteranas, 16 de ellas, las únicas que estuvieron en la zona de combate, como un símbolo, un impacto visual imborrable de la construcción de la memoria colectiva. Nada, ninguna respuesta.
Es que para Cristina Fernández, la referencia de género femenino, es ella, y no precisamente de un lugar de igualdad, sino de superioridad. Lo demuestra, lo ha demostrado.
En sus eternas cadenas nacionales, no menciono nunca a ninguna de esas mujeres que cada treinta horas, mueren en nuestro país victimas del femicidio. En el Ni Una Menos, su foto con el cartel con esa consigna, no corrió por las redes, o al menos yo, no la tengo en mi cabeza.
Cuando este último 2 de abril, día del veterano y caídos en Malvinas, le mande a pedir con una legisladora que invite al acto a una veterana de guerra, de las que estuvieron en el Buque Hospital Almirante Irizar, su respuesta fue breve y contundente, no.
Esta línea de pensamiento ha bajado al Ministerio de Agustín Rossi y a la conducción de las mismas Fuerzas Armadas. Donde se han desarrollado políticas de género que se cumplen poco o nada. Donde, por ejemplo, algunas mujeres que tienen que pedir licencia por maternidad son obligadas, en muchos casos, a recuperar las guardias que no hicieron, como si la maternidad les quitara derechos. Y han recurrido a mí, como si fuera yo un Ministerio, ante la falta de respuestas.
En una oportunidad me comunique con el Doctor Mario Perichon, médico del instituto de obras sociales de las Fuerzas Armadas, le plantee todos mis proyectos y quedo en llamarme.
Muchos meses después, uno de los proyectos que le presente, lo ejecuto el Ministerio como política propia, pobre, porque solo se trataba de poner una placa en el Hospital Aeronáutico Central con los nombres de las enfermeras que estuvieron asistiendo heridos de la guerra. Acto al que por supuesto, no fui invitada.
Todo tiene que ver con aquella referencia sobre el género, de la línea de pensamiento de Cristina, quien ha preferido mirar a la esclavista de aborígenes Juana Azurduy, que no compite con ella.
La igualdad que entiende Cristina no es la que yo entiendo, la igualdad de género, es igualdad sincera, igualdad de oportunidades, simplemente igualdad en todo su significado.
La igualdad de género que ella entiende es la de pedir “Edecanas”, pero que no sean lindas y que no tengan piernas largas y delgadas.
La señora se ira de la Presidencia y yo nunca sabré si se entero que tenemos veteranas, que las políticas de género de su Ministerio fueron deficientes, o es que para ella la lucha por la igualdad acaba en el capricho de tener su “ generala” o su “ almiranta”, propuestas para ascender, sin seguir las políticas pre-existentes para estos menesteres.
Sabe la Señora que a las estudiantes femeninas de los institutos mili-tares se les hace difícil la vida, porque la intención de inclusión no es genuina en muchos casos? Sabrá la señora que en la Escuela de Aviación Militar hubo dos casos de abuso, en el año 2013, que obra en la Justicia Federal de Córdoba, a dos cadetes mujeres por parte de un cadete de rango superior? Si debe saber, la Presidente, que las Fuerzas Armadas Argentinas, cuentan, con la primera militar trans de América, lo que es un gran avance, pero no alcanza.
Para tener más generalas y almirantas, como quiere Cristina, es necesario dar garantías a las nuevas generaciones de que la igualdad y la inclusión, serán sinceras. Y no, transgredir reglamentos y estatutos para tenerlas.
Las conducciones de las Fuerzas Armadas, que seguramente serán renovadas, deberán adaptarse a la sinceridad de los nuevos tiempos.
Ya sin línea con Crisitna, valorizaran y darán igualdad de oportunidades, y las oficinas de género brindaran protección y contención a quienes padecen violencia y responderán desde lo humano y no de manera militar a quienes denuncian.
Por último, algún diputado, podrá elaborar un proyecto que reformule el titulo del feriado del 2 de abril, y sea “El día del veterano, la veterana y los caídos en Malvinas”. La historia la hacemos todos y todas, y no una, y todos sus actores deben estar presentes.
Ese es mi deseo, pero es además una necesidad histórica de justicia, y una urgencia imperiosa, para desarrollar políticas serias, para que en el futuro tengamos generales, almirante y brigadieres mujeres, que lleguen por méritos y carrera, igual que los hombres.
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