Murió Jorge Lanata a los 64 años

El periodista y conductor sufrió varias internaciones en los últimos años debido a un deteriorado estado de salud. Estaba internado en el Hospital Italiano desde el 14 de junio pasado. La vida de un prohombre del periodismo que fundó medios de comunicación, que tuvo éxitos y fracasos, que desafió a la política, que fue amado y odiado, y que nunca se cansó de cuestionar.

Actualidad30 de diciembre de 2024Alejandra LarreaAlejandra Larrea
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Jorge Lanata murió a los 64 años.

Jorge Lanata falleció hoy a los 64 años en el Hospital Italiano, donde estaba hospitalizado desde el 14 de junio. Durante ese tiempo, el conductor fue a la clínica de rehabilitación Santa Catalina varias veces, con el objetivo de avanzar en su recuperación. El miércoles 18 de septiembre, tuvo que ser llevado de nuevo al hospital de Almagro. Entró por urgencias a las 12.48 para recibir tratamiento por una neumonía y se decidió que debía ser internado en terapia intensiva. Con ese mismo diagnóstico, había llegado hace tres meses. Su condición, que ya era delicada, empeoró el viernes 27 de diciembre. 

Se abriría de ese modo un nuevo ciclo, el más exitoso de su carrera. A partir de entonces tendría medios de expresión como nunca antes: empezaría a dejar atrás “el periodismo de nicho” y pasaría a cautivar una audiencia masiva, diversa y plural.

Lanata pasaría a escribir una columna los sábados en Clarín y a conducir un programa radial (Lanata sin filtro) que por más de una década, y hasta la muerte de su creador, mantendría el puesto de número uno en la segunda mañana, de 10 a 14. Y sobre todo, tendría el espacio más relevante, en el que se sentía como pez en el agua: Periodismo para Todos se emitiría por primera vez el 15 de abril de 2012. La pantalla del 13 comenzaría a arder cada noche del domingo, cuando las denuncias sobre la corrupción en el gobierno y el enriquecimiento escandaloso de sus integrantes, en particular de la familia Kirchner, comenzarían a correr verdades ocultas.

Clarín respaldaría y acompañaría una prédica editorial que ya había hecho suya desde mucho antes. Juntos se potenciarían contra un adversario común, que abominaba de las prácticas democráticas con pasmosa hipocresía. Lanata y Clarín librarían una pelea feroz frente a un aparato oficial dispuesto a descabezar todo esbozo de opinión diferente a la del poder. Periodismo para Todos sería la gran carta democrática cuando la presidenta intentaba una re reelección prohibida por la Constitución.

El ciclo, el diario y las marchas callejeras multitudinarias le pondría freno a ese atropello institucional en el marco de un universo de medios cooptados y periodistas ensobrados, que se sumaban al coro oficial para amedrentar y amenazar periodistas no sobornados. Fueron tiempos difíciles.

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Lanata debió soportar una doble carga: la ferocidad K y la de su propio y originario caudal de audiencia progre, compuesta por jóvenes fanatizados con el credo K, peronistas en tránsito dócil al kirchnerismo, viejos estalinistas, nostálgicos de los tiempos de oro del comunismo internacional y rémoras de una izquierda criolla fracasada y sin votos, que en términos generales habían sido su base de sustentación. Ante el éxito creciente del programa, el Gobierno usaría en su contra munición gruesa. Le tiró con todo lo que tenía a su alcance. La presidenta llegó a recomendar por cadena nacional “ver los domingos a la noche Game of Thrones”, exitosa serie de Netflix, a la misma hora en que Lanata salía al aire. La TV Pública también programaría, alternativamente, en directo, partidos oficiales de Boca un domingo y de River otro. Lo que fuese para debilitar esa tromba de audiencia.

Aun así, PPT marcaría registros históricos para programas políticos, con un rating cercano a los 30 puntos. Sería Lanata quien definiría como nadie la peor herencia del kirchnerismo en una Argentina arrastrada a la decadencia. El odio y la división de la sociedad ya no tenían retorno. Familias divididas, amistadas rotas, clima intolerante. Le bastaron dos palabras para una síntesis inmejorable: “la grieta”.

Vida privada

La muerte también lo sorprendería con el ciclo al aire, aunque con sus últimas emisiones suspendidas por la internación de su conductor. A esta altura de su vida, y desde hacía un tiempo, se había convertido en un refinado coleccionista de arte, hasta hacer de su departamento “una petit y celebrada” galería, al decir de quienes lo frecuentaban en su piso de la calle Esmeralda, en Retiro.
Lanata, fumador irredento desde la pubertad, sufría de una diabetes que lo acosaba desde muy joven. Y luego de una tortuosa insuficiencia renal que lo llevaría a practicar diálisis cuatro veces a la semana “en cualquier lugar del mundo que estuviera”, según él mismo contaría

Finalmente, en 2015, fue trasplantado con el riñón de Norma Hernández, la madre de un joven enfermo que recibió un riñón de Sara Stewart Brown, la segunda esposa de Lanata y madre de Lola, la hija menor del periodista. Estuvieron casados desde 1998 hasta 2016.

Con su ex pareja, Andrea Rodríguez, quien también es periodista y productora, Lanata tuvo a Bárbara, su hija mayor. También estuvo casado con Patricia Orlando de 1984 a 1986, y con Silvina Chediek de 1990 a 1991.

Su trasplante fue una operación innovadora en su tipo en Latinoamérica, realizada en la Fundación Favaloro. La institución explicaría en un comunicado unas horas después de la intervención: "Se hizo el intercambio de los donantes, aprobado por el Juzgado Civil y Comercial N°4, con el acuerdo de representantes del Cuerpo Médico Forense, el Ministerio Público y con el conocimiento del Incucai."

Y dijo: "El intercambio entre donantes y receptores mejoró significativamente las opciones médicas de trasplante para cada receptor, sin cambiar los riesgos para los donantes."

Gustén o no su forma de hacer las cosas y su estilo, Jorge Lanata tuvo un gran impacto en el periodismo y dejó su marca. Desde el regreso de la democracia, siempre ha sido una figura clave en el desarrollo de los medios de comunicación en la sociedad. Y así, seguramente, será recordado.

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