Eso que llamamos impunidad

Análisis y Opinión 10/11/2015 Luis Gasulla Luis Gasulla
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Néstor y Cristina no fueron originales. La historia argentina está plagada de gobernantes inescrupulosos. Pero el kirchnerismo transformó a la impunidad en condición sine qua non para ejercer el poder. Lo hizo a través de discursos grandilocuentes, falsas promesas, manejo desaprensivo de los fondos públicos; incluso, en su forma de vida. En la Argentina actual nadie se sorprende de que la Presidenta explique su riqueza personal porque fue una “abogada exitosa” ni que, en una entrevista en Alemania, recuerde sus tiempos en que fue “perseguida” durante la última dictadura militar.

Cristina Fernández es capaz de dar clase de lo que es el dolor a una madre que acaba de perder a su hijo en la tragedia de Once. Lejos de exculparse ante la muerte, la tragedia anunciada de Once fue la excusa para firmar millonarios convenios de forma directa con los chinos sepultando la vieja promesa de Néstor Kirchner de reabrir los talleres ferroviarios en Tafí Viejo, Tucumán. Atrás había quedado la compra de 96 formaciones usadas a España y Portugal por 1.600 millones de pesos. En el 2013, Cristina destinó 1,5 millón de dólares por vagones que no son aptos para funcionar bajo tierra. Del soterramiento no se habló más. Tampoco se hicieron nuevos anuncios para entubar el arroyo El Gato en La Plata. A pesar de que la Presidenta les explicó a sus antiguos vecinos de Tolosa que sabía lo que era “perder todo” en la época “en que El Gato no estaba entubado”, el tiempo pasó y la situación de las 400 mil personas que viven sobre los 25 kilómetros de su cuenta, no mejoró. Las inundaciones del 2 de abril del 2013 dejaron un saldo de muertos que jamás fue aclarado. Según el juez platense, Luis Arias, el número ascendió a 89 víctimas fatales, casi el doble de las declaradas por el gobernador Daniel Scioli. La memoria, verdad y justicia se esfumaron de la ciudad de Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini. El fantasma de la explosión de la destilería de YPF en Ensenada y su relación con la fuerza de la inundación, tampoco fue investigada. Los 775 millones de pesos para entubar los arroyos que rodean a La Plata se perdieron en el camino. En cambio, el gobierno nacional destinó 847 millones de pesos en publicidad oficial de julio del 2011 a junio del año siguiente. En el país del “vale todo”, de gobernantes sin ideales y del “todo pasa”, la Presidenta es capaz de monopolizar el dolor para amortiguar las tragedias de las cuales el gobierno fue responsable.

De los aviones con cocaína de Southern Winds al auge de las pistas clandestinas, los llamados a Casa Rosada de proveedores de efedrina y el paso de Joaquín “Chapo” Guzmán por el norte argentino, el narcotráfico se instaló en la agenda mediática mientras que Jorge Capitanich negaba la producción de sustancias prohibidas en el país. Las vinculaciones entre el poder político K y los narcos comenzaron la noche del 30 de enero del 2003 en que el empresario pesquero Raúl “Cacho” Espinoza fue asesinado en la puerta de su casa en Puerto Madryn. Aportante de campaña y conocido de Julio De Vido, Espinoza amenazaba con revelar detalles del negocio a Elisa Carrió. Pero recibió el disparo letal de Juan Domingo “el bizco” Segundo. Casualmente, su hermano menor, Omar Segundo, cobraría notoriedad una década después. El monotributista era dueño de Alpesca, la pesquera más importante de la Patagonia. Lo fue hasta el 13 de junio del 2013, cuando encontraron 115 kilos de cocaína en una de sus embarcaciones. A pesar de 680 cheques rechazados, Segundo mantenía 1.200 empleados merced a sus contactos políticos. Como si fuese Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender en Sueños Compartidos.

Los hermanos Schoklender fueron los chivos expiatorios perfectos para que el gobierno explicara el despido de 6500 trabajadores, deudas impagas y familias sin viviendas. Las consecuencias del desmadre se observaron en la toma en Lugano de este año. Pero a la Madre, se le estatizó la deuda y su Universidad. Hebe va por más y planea inaugurar la facultad de Periodismo como si nada hubiese pasado. De los 1260 millones de pesos que manejó junto con su ex hijo putativo, casi el 10% -$100.565.644,76- terminaron en misteriosas agropecuarias. Pablo Schoklender me lo explicó sin tapujos: “En lo de Greppi te hacían el servicio integral de lavado, planchado y secado de la guita”. Guillermo Greppi, supuesto dueño de la mutual Propyme es un empresario con suerte. El 19 de diciembre del 2013 levantó un teléfono y evitó un allanamiento del juez Norberto Oyarbide. Del otro lado lo atendió el nº2 de Carlos Zannini. Millones de pesos de la obra pública suelen terminar en misteriosas empresas fantasmas manejadas por jóvenes sin pasado ni futuro cuya función es prestar su nombre.

El relato K resulta paradójico: los mismos que durante años se manifestaron en contra de la criminalización de la protesta social hoy tildan de “terroristas” a díscolos piqueteros y denuncian que los sindicatos opositores son financiados por los fondos buitres. El gobierno de los “derechos humanos” no se avergüenza y toca la puerta de los cuarteles para mantenerse en pie. César Milani, el general de Cristina, es defendido a capa y espada mientras la mitad de su promoción pasa los últimos días de sus vidas en prisión por haber cometido delitos de lesa humanidad durante los ´70.

El éxito final del relato será hacernos creer que ellos no tuvieron la culpa de la dura realidad argentina. Que el deplorable estado actual de la economía, de la educación y la salud pública, la falta de viviendas, los problemas de empleo, el aumento de la desigualdad, el narcotráfico y la inseguridad, son consecuencia del capitalismo internacional, los buitres, el periodismo golpista o de nosotros mismos. La culpa sería siempre del Otro, contrariando al Julio César de Shakespeare. El tiempo y la sociedad dirán si la impunidad actual comenzará a desvanecerse cuando Cristina deje el poder. Por ahora, el kirchnerismo confía en que todo pase como si nada malo hubiese ocurrido en sus “años ganados”.

(*) Publicado en noviembre del 2014 en el diario La Nación

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