Se arrastró ante los ganadores de la pauta publicitaria estatal. Habló de odio y le echó la culpa al periodismo que investiga, cuestiona y repregunta. Es lo que el manual periodístico dice que debe hace el buen periodismo.
Horas atrás, Nicolás Wiñazki, uno de los periodistas que interroga al poder, había sido escrachado en una cervecería de Ciudad Jardín. Su dueño, un militante K, le echó la culpa al periodista por todos los males económicos del país.
Wiñazki fue el periodista que destapó el escándalo Ciccone. En la miserable charla en Radio 10, Alberto Fernández atacó a la Corte Suprema de Justicia que confirmó la sentencia contra el ex vicepresidente corrupto Amado Boudou. Y nos mandó al psiquiatra…
El que respalda al futuro Presidente, de fondo, es Pablo Duggan. ¿Y nos mandan al psiquiatra? ¿Quién debería hacer una consulta médica?
En menos de 24 horas, un periodista sufrió, en carne propia, la maquinaria del odio orquestada desde los costosos medios K y escuchó cómo un Presidente se ponía del lado del victimario. Por algo será, parece decir Alberto Fernández, un empleado presidencial que sobreactuó su defensa al corrupto Boudou que logró pasar Navidad y fin de año en su casa.
Wiñazki fue el periodista que destapó Ciccone.
El círculo es perfecto. Se llama Cinismo e Impunidad.
Fernández siempre fue un Operador. Ahora trabaja para su Jefa Política, Cristina Fernández, quien lo hizo Presidente de la Nación.
¿Cómo la mitad del país no quiso, no pudo o no lo vio venir?
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